Julia Vicuña pasa unos días en Estella con su hija, Carmen Zúñiga, y uno de sus nietos. Alojada a orillas del río Ega, en el hotel Tximista de la ciudad, busca datos sobre el pasado de su padre que le permitan reconstruir el árbol genealógico y aportar los detalles pendientes a las historias escuchadas de niña en el país sudamericano en el que se afincaron y donde ella -la menor de siete hermanos- se crió.
Hace veinte años visitó la localidad por primera vez y regresa este agosto acompañada por los suyos con la curiosidad de profundizar en la historia familiar. "No andamos buscando riquezas y sabemos que lo que hubo se perdió. Nos interesa conocer más sobre los orígenes y vamos a contactar con un historiador que tal vez, si el tema le interesa, pueda ayudarnos a avanzar ", cuenta Carmen Zúñiga.
La familia ha pasado durante su estancia por la biblioteca pública en busca de documentación y por el convento que las religiosas de María Inmaculada tienen en la plaza de Santiago. A Julia Vicuña le interesa saber porque siente muy cerca la ciudad de la que le hablaban de pequeña. ¿Cuál fue su historia? Su padre, Policarpo Sanz de Vicuña (Estella, 1884), tuvo que abandonar la localidad con sólo cuatro años para iniciar un periplo que le llevó primero a Filipinas y acabó en Chile, desde donde siguió siempre la evolución de su tierra natal.
Al amparo de la religiosa
Las conversaciones con su padre permitieron a Julia Vicuña -la forma abreviada del apellido original- saber qué le había ocurrido para dejar atrás los escenarios de sus primeros años de vida. Las partidas de bautismo conducen de Policarpo Sanz de Vicuña a sus padres -Ezequiel y Saturnina Dancausa- y al abuelo Vicente, el patriarca de esta rama de los Vicuña. "A mis abuelos -cuenta en referencia a Ezequiel y Saturnina- les ajusticiaron en la plaza pública, sabemos que murieron decapitados en 1888, cuando mi padre tenía cuatro años y que él pudo escapar con la ayuda de otros familiares".
En esa cobertura al pequeño Policarpo, recuerda, jugó un papel fundamental Santa Vicenta María López Vicuña -de padre de Cascante y madre estellesa- emparentada con el pequeño y responsable de acogerle y proporcionarle protección en los primeros días que siguieron al suceso que le había separado de sus padres. "Mi abuelo Ezequiel y Vicenta María eran primos hermanos y su intervención hizo que pudieran salir de aquí no sólo mi padre, sino otros familiares también en peligro. Él me contaba como la tía Vicenta le escondió y, aunque luego, ya casado en Chile, rompió su vínculo con la familia navarra, siempre tuvo presente volver a España", relata.
El sueño se aproximó cuando Julia Vicuña se instaló en Europa y, de París, pudo por fin conocer Estella. A ese primer viaje sigue el que concluirá ahora tras el puente festivo. "Me sentía muy apegada a mi padre y siempre tuve esa curiosidad por recuperar una parte de la historia familiar. Pese a todos los años pasados y a que era un niño cuando le ocurrió aquello conocimos los detalles por los familiares que habían quedado en Navarra y siempre mantuvimos, además, nuestra nacionalidad española", relata. La visita al convento de María Inmaculada les llevó ayer a uno de los legados de una religiosa que murió en Madrid a finales de 1890 a punto de cumplir los 43 años tras poner en marcha una obra de apostolado con las trabajadoras empleadas de hogar y volcada en la protección de las jóvenes.
Fuente: Diario de Navarra
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